NOTAS

LA MUERTE DE MI PERRO

«El poder hablar de algo muy doloroso con una sonrisa fue la gran enseñanza que me dejo mi perro y dio su vida para que yo lo pueda aprender.»

Cuando busco entre los días más felices de mi vida, debo remontarme a 1989 cuando mi papa nos llevó junto a mis hermanos a buscar a nuestro perro. Ese cachorro sin saberlo me acompañaría hasta mi adolescencia, crecería con nosotros y seria testigo presencial de nuestra transición de niños a hombres. Nerón, un Doberman Marrón Macho, vivió 14 años, claro que me encantaría que hubiera vivido algunos más, que me permitiera mostrarle que tan bien podía llevar adelante mi vida, cuanto me equivoque, cuanto luche y cuanto aprendí, que conociera a mis hijos.

Él fue mi compañero inseparable durante infinitas tardes de aventuras, y el que me esperaba paciente cuando ya no tenía tiempo para dedicarle, porque a medida que uno crece se rodea de responsabilidades y también hay algo de culpa en esto, culpa que sentimos nosotros, porque el estaba ahí esperandome, con los ojos mas brillantes que vi en mi vida, brillo que ocasionalmente veo en algunos seres humanos, en mi mujer o en alguno de mis hijos cuando me miran tan llenos de orgullo, ingenuidad y esperanza.

Mi perro murió cuando yo estaba en la universidad, vivió algo más que el promedio de vida acorde a su raza, y este dato frió desde lo numérico me puso cara a cara por primera vez con la muerte, es en muchos casos la primer experiencia que un niño o adolescente tiene con la muerte, con la ausencia y el silencio insoportable de una casa sin nuestro incondicional amigo, aquel que siempre está disponible para nosotros, el que nos acompañó en algunas tardes de caminatas con nuestras primeras novias, aquel que sin saberlo se transformaría en la contraseña de todas nuestras cuentas de email y de cuentas bancarias.

Tenemos razas que viven 15 años, muchas que viven 10 y muchas que viven 6 o 8 años, no importa cuál es el numero siempre es poco tiempo y siempre nos provocara dolor y llegaremos a una etapa de “duelo”, que seguramente algunas personas no puedan comprender, pero sentir este profundo dolor emocional es totalmente normal y en algún punto un Derecho Natural de nuestra esencia humana.

El carácter espontáneo y la ignorancia de determinadas normas sociales, transforma a los perros en amigos y compañeros perfectos. No son lo suficientemente individualistas como para no reaccionar de ningún modo ante la presencia humana o incluso evitarla, ni lo suficientemente humanos como para preocuparse por su imagen social, caer en los prejuicios o los estereotipos o para manipularnos tratando de sumar amistades a cambio de una meta a largo plazo.

 “Con suerte o con desgracia, con buena o mala reputación, con honra o con deshonra Un perro seguirá a tu lado para consolarte, guardarte y dar su vida por ti”

Esta frase anónima subraya el ineludible hecho de que, con buena o mala reputación, con honra o con deshonra, tu perro te va a amar incondicionalmente y lo va a hacer solamente porque sos vos, con todas tus virtudes y miserias. Con todos nuestros defectos nuestros perros permanecen junto a nosotros sin importar las circunstancias.

Por eso, más que una mascota o animal de compañía, se vuelven una parte de nuestra familia. El vínculo que se genera entre un perro y su dueño es variado: para algunos es como un hermano, para otros un amigo y en algunos casos hasta un hijo. Lo cierto es que un perro nunca es “solo un perro”, es una fuente de amor incondicional.

Soy criador y es una actividad social maravillosa, me reflejo en cada nene pegado a una ventana esperando la llegada de su cachorro, en cada padre lleno de orgullo sabiendo que esta por darle a su hijo el regalo mas maravilloso de su vida, pero ni ese nene ni esos padres que están recibiendo su nuevo cachorro, se plantean ante la llegada del mismo su muerte y toda la revolución de sentimientos que van a afrontar, que ese cachorro buscado en un lugar serio, de líneas sanas y controladas, ineludiblemente se va a morir y lo va a hacer en un tiempo – a los ojos de nuestra experiencia humana- relativamente corto.

A esta altura de lo referido ut supra terminamos pensando que vamos a invertir tanto dinero en traer a nuestras vidas una experiencia que nos va a traer dolor y sufrimiento o peor aún, que les traerá dolor y sufrimiento a nuestros hijos. Si bien es imposible proteger a los niños de la pérdida de una mascota, no solo les regalamos un compañero de juegos y de vida, les regalamos una rica gama de atributos sociales, compañerismo, intimidad, sentido de propiedad, responsabilidad, desarrollo de empatía, entretenimiento. Atributos que no son sustitutos de las relaciones humanas, sino complementos. Les estamos enseñando a vivir y convivir con la muerte, a tener dolor, superarlo y transformarlo en recuerdos felices.

La muerte mi perro fue la primera pérdida de un ser querido, – mi primer duelo – y me ayudo a afrontar otras pérdidas en mi vida. Aprenderemos con el tiempo a hablar de nuestras mascotas perdidas con frecuencia y con amor. El dolor va a pasar y los recuerdos felices con nuestras mascotas van a quedar para siempre. El poder hablar de algo muy doloroso con una sonrisa fue la gran enseñanza que me dejo mi perro y dio su vida para que yo lo pueda aprender.

Marcelo Burghi, Vader Bullmastiff Kennel ( Gracias Sacha, Nerón, Anakin, Toto.)